El Aniversario del Pistache

El aniversario del pistache, 9 años de un paraíso para swingers

Celebrando 9 años de un paraíso para swingers-

No podía estar más contento. La carretera, el clima, la compañía todo se había puesto de acuerdo para hacer grata nuestra llegada al Pistache. Y así fue, después de dejar nuestras cosas en la habitación y darme un regaderazo para deshacerme del sudor del camino, lo primero que vi fue que el rededor de la alberca estaba lleno de gente sonriente. Casi todos, buenos amigos. Amigos nuestros y amigos del hotel que, para estos momentos, son ya círculos que se confundirían en un diagrama. Ésa es una de las principales virtudes de este lugar, la facilidad con la que se puede descubrir a gente extraordinaria y entablar con ella amistades entrañables.

     Aquí hemos conocido a muchas de nuestras personas favoritas. En buena medida, por esa razón unirnos a esta fiesta era una especie de venturosa obligación. Es increíble lo mucho que El Pistache se ha convertido en una parte esencial de nuestra vida y hoy, después de varios años de haberlo descubierto y haber hecho de él nuestra casa, ni siquiera podemos pensar en un mundo sin este lugar. Y claro, no es sólo el jacuzzi que ha protagonizado tantas de nuestras aventuras sexuales. Tampoco esas hermosas habitaciones que han visto más de nosotros de lo que estamos dispuestos a platicar a los nietos que no tendremos. Ni las chicas que trabajan ahí y que siempre nos han tratado como reyes. Ni la comida, ni los jardines, ni el entorno morelense delicioso, ni las noches genialmente estrelladas. Es más bien el ángel que los dueños le imprimieron y que cultivaron con amor para su hotel.

     A las cinco de la tarde, aún quedaba tiempo para invertir antes de empezar a arreglarnos para la cena. Por eso a Mariana se le ocurrió secuestrar a una deliciosa pareja de la que nunca podemos separar manos y bocas y llevarlos a nuestra villa para fabricación industrial de gritos. Esta libertad de hacer lo que se quiere hacer y dejarse llevar por los recovecos del deseo, debería ser un derecho humano y, sin embargo, está completamente vedado para algunos. Estas tardes, o noches, o madrugadas en que los gemido se conectan de habitación en habitación me hacen siempre pensar en cómo hace para vivir la gente que se avergüenza de su propio placer.  

      El Pistache es un lugar excepcional desde cualquier ángulo. Dentro del mundo de la hotelería, ofrece oportunidades para explorar en pareja que no existen en ningún otro sitio. Para el mundo liberal, siempre acostumbrado a la fiesta ruidosa y a las noches de antro, tiene tranquilidad y delicadeza incomparables. Los dueños lograron, hace nueve años poner en el mapa algo que no existía y redefinir con ello, completamente, los modos del lifestyle en el paísA nosotros, en particular, nos ha entregado un lugar feliz, un lugar, por ejemplo, en el que nos casamos hace tres años vistiendo nada sino los trazos que un artista del body paint puso sobre nuestros cuerpos.

Estas tardes, o noches, o madrugadas en  que los gemido se conectan de habitación en habitación me hacen siempre pensar en cómo hace para vivir la gente que se avergüenza de su propio placer.

      Nuestra sesión de sexo vespertino terminó cuando llegó una hora prudente para iniciar el acicalamiento. Las noches de aniversario son cenas de blanco en el jardín. Así que, cuando salimos de la habitación, ya vestidos acorde a las circunstancias, nos topamos con un montaje de lo más bello. Mesas largas. Lámparas colgadas. DJ afable. Gente hermosa y hermosamente ataviada. Cenamos, bebimos y departimos hasta que claro,  llegó el momento de marchar en grupo hasta el jacuzzi. Ahí, lo usual. Parejas desnudas, atmósfera sexi, un mundo al que, por una noche, no tiene por qué importarle el mundo y sexo, mucho y muy divertido sexo.

    

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